Hacia un modelo C2C: Crea un ecommerce a través de las personas

Hasta hace poco, prácticamente todas las empresas del mundo, desde pequeñas tiendas a grandes multinacionales, estaban divididas por su relación con el mercado en dos grandes modelos: el B2B y el B2C. Es decir, su negocio estaba orientado a desarrollar y ofrecer un servicio o producto a otra empresa o al consumidor final.

Sin embargo, la aparición de los smartphones y la plena interconectividad de nuestras sociedades han colaborado al nacimiento y paulatina consolidación de un nuevo modelo de negocio: el C2C.

Esta nueva relación comercial entre consumidores consiste en facilitar el encuentro y vincular a personas con necesidades o intereses compatibles, es decir, no ofrece un producto o servicio propio, sino que la empresa se convierte en un intermediario entre personas.

Compañías como Über o BlaBlaCar, donde el rédito económico está en conectar a conductores con posibles pasajeros interesados, representan la máxima expresión de esta nueva forma de hacer negocios.

Pero este modelo no se limita a servicios, pues cada vez son más los e-commerce –entendidos como un escaparate o tienda donde adquirir productos–, que prosperan a través del C2C.

Un ejemplo clásico es el de Wallapop. Su éxito reside en haber adoptado los códigos y la sencillez del e-commerce dentro del mercado de segunda mano, de manera que progresivamente su función ha quedado enmarcada en la de facilitador de intercambios y transacciones entre usuarios.

Esto no solo significa conectar a personas, sino también ofrecerles todas las comodidades para hacerlo, incluído el envío. En esencia sigue siendo un mercadillo de segunda mano, pero la experiencia es la de un e-commerce: buscas un producto, lo compras y si quieres te lo envían o recogen de casa.

Otra de las empresas que ha florecido alrededor del C2C es MOOMS, una aplicación de compra-venta de productos de segunda mano para bebés.

Como en el caso anterior, MOOMS basa su negocio en facilitar una actividad entre usuarios con necesidades compatibles. Pero con un modelo C2C ya más maduro, esta app nace ofreciendo una experiencia de compra online al uso: pagas a través de la app y lo recibes directamente en casa. Has comprado a un particular, pero las sensaciones son las mismas que en un e-commerce.

Otro de los ejemplos destacados, y que supone un paso más allá en el C2C es el de Deliberry. Su idea consiste en conectar a amas y amos de casa con otros usuarios que carecen de tiempo para hacer la compra. Los primeros hacen la compra por encargo, y una vez realizada, Deliberry la recoge y envía al cliente final. De este modo, los y las denominadas “Mamashoppers” obtienen un beneficio de una actividad habitual en su día a día (hacer la compra), y otros usuarios aprovechan su experiencia para comprar mejor género.

Asimismo, la app permite comprar en distintos supermercados exactamente igual que en un e-commerce: creas tu cesta de la compra, la encargas, y poco después llega a tu casa. Este concepto supone una hibridación entre el C2C y el B2C, ya que por un lado conecta a personas con personas, pero también a otras empresas con el consumidor final.

Como vemos en todos estos ejemplos, lo importante en la aplicación del C2C es localizar una necesidad o colectivo en el que la intermediación supone una ventaja competitiva, y a partir de ahí, elaborar un modelo de negocio que ofrece una experiencia de compra similar al e-commerce, es decir, buscar un proveedor para facilitar el envío entre personas, encontrar posibles partners asociados a tu servicio, etc.

De este modo, con creatividad y una buena idea, hoy día es posible crear un e-commerce sin tener que vender directamente un producto, solo a través del C2C. Por lo que casi seguro que en el futuro veremos nacer aún más negocios a la sombra de este modelo, lo que seguramente también se traduzca en un incremento de la demanda de envíos entre personas y una mayor competencia en el mercado.

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